miércoles, 28 de octubre de 2009

Fast Food Nation


Fast Food Nation: La comida rápida nunca será igual



Eric Schlosser, autor renombrado de Fast Food Nation, logró informar al público general del lado oscuro (con lujo de detalles) de los monstruosos corporativos de la comida rápida estadounidense. Efectivamente, es un libro que no puedes dejar de leer, no sólo porque revela lo grotesco e inmoral de la masificación de las franquicias fast food sino porque nos concierne a todos, afectando nuestras comunidades, nuestra salud propia y la de nuestros hijos. No podemos olvidar la frase “you are what you eat”. Después de esta lectura vamos conociendo más sobre lo que ingerimos y lo que nos está convirtiendo – en todos los niveles.



Todo empezó con personajes como los hermanos McDonald, Carl N. Karcher, Walt Disney y Ray Kroc, entre otros. ¿Quién iba a decir que la idea ingeniosa de producir hamburguesas a través de un sistema como el de Henry Ford llegaría a revolucionar la industria por completo? ¿Que la visión de Walt Disney abriera paso a la depredación de los menores (incluyendo a niños y bebés) por parte de las grandes campañas publicitarias? ¿Que las teorías freudianas habrían permitido a los golden arches lucir como faros de promesa por donde quiera? ¿Qué el sistema de franquicias poblaría al país y al mundo de McDonald’s y Subways como una plaga a costa de los desfavorecidos y los marginados? La industria de la comida rápida no es una industria bonita y Ronald McDonald cada vez se vuelve más siniestro.



Hablando de la mercadotecnia dirigida a los pequeños, es sorprendente como los niños reconocen a Ronald McDonald, de acuerdo con el documental Super Size Me, ¡el payaso corporativo es más identificable que George Washington o Jesús! Al hacer la M de McDonald’s un símbolo y al convertir las hamburguesitas en regalitos envueltos, además de incluir un pequeño parque de atracciones al estilo Disney en cada sucursal, les es irresistible a los niños no idealizar el restaurante chatarra. Aún más alarmante es la inserción de franquicias de comida rápida dentro de las escuelas y universidades. El bombardeo de publicidad y las cuotas de consumición (como el ejemplo de Coca-Cola) ataban de manos a las instituciones académicas, abandonadas por un gobierno comprado. Queda claro, además de servir porquería y convenciendo hasta a los niños a amarla, la industria de la comida chatarra se ha metido en el bolsillo a los gobernantes, principalmente a los republicanos.

miércoles, 14 de octubre de 2009



Procesos de Legitimación: El Centro de las Artes y Bourdieu


Al llegar al Parque Fundidora y atravesar los jardines de pasto y las pistas de concreto que rodean el Centro de las Artes, no pude evitar asombrarme con las chimeneas y ladrillos de aquél sitio histórico. Al entrar a uno de una serie de edificios espaciosos y restaurados me di cuenta que me había equivocado. Una señora amable se acercó a mí y me orientó a otro edificio donde encontraría el despacho de Maya Cepeda, coordinadora del Centro de las Artes II. Tras una larga caminata a través de salones oscuros resguardando grandes pinturas y esculturas llegué a las oficinas y ahí me introdujeron a Maya – una señora agradable y dispuesta a ayudar que tan solo la semana anterior me había prometido una entrevista. Me presenté y rápidamente puse a grabar el encuentro, mi excusa por venir: el conocer las políticas culturales de aquella institución. Sentada frente a Maya, lista para lanzarle todas mis preguntas, no pude evitar en recordar la semana anterior, cuando le había pedido hablar sobre las políticas culturales del espacio. Ella no me supo contestar. “¿A qué te refieres con políticas culturales?”
Ahora, lista con mi grabadora y un papel y pluma, me preguntaba justo cuanta información iba a poder obtener. Afortunadamente, el resultado de aquella cita de 11.30 de la mañana resultó fructífero. Para explicar de mejor manera todo lo que aprendí, utilizaré el texto, The Field of Cultural Production, de Pierre Bourdieu.

Primer pregunta: ¿Qué políticas culturales manejan en el Centro de las Artes actualmente? ¿Son las de CONARTE?

Maya recordó el término políticas culturales y, ésta vez más preparada, abordó el tema – hablando sobre las políticas de CONARTE y la intención de promover artistas locales. Dependiendo del edificio y la planta de cada edificio, se acomodan exposiciones de artistas de forma jerarquizada. Por ejemplo: en las plantas bajas se suelen colocar las exposiciones de artistas más consolidados mientras en las de arriba se exponen artistas emergentes. En cuanto a CONARTE, una institución gubernamental, sus políticas culturales son las del Centro de las Artes, adoptadas por el centro ya que éste recibe sus fondos del Estado. Para explicar esta relación utilizando los conceptos de Bourdieu, llamaré a CONARTE la institución legitimizadora del Centro de las Artes, otra institución que legitima a su vez a los artistas y las obras que son expuestas en sus espacios. La relación entre CONARTE y el Centro de las Artes es interesante, ya que fluctúa entre lo que Bourdieu llama los campos. Dichos campos son dos: el campo cultural/ simbólico y el campo político/ económico. A través del capital económico que ofrece el gobierno, la institución cultural promueve el capital simbólico que es el arte. Este proceso no viene gratis para Maya y su equipo ya que tienen que moverse dentro de las políticas culturales que promueve CONARTE. Cuando le pregunté sobre el presupuesto anual que recibía el Centro de las Artes Maya inmediatamente me corrigió. Esa información está clasificada.

¿Qué tipo de arte o qué artistas se promueven en el Centro de las Artes?

Maya comenzó a platicarme sobre diferentes artistas que se habían exhibido durante el semestre y de cómo sus preferencias personales sí influían mucho cuando se hacía una selección. Resulta que depende mucho de la coordinadora en turno el tipo de arte que se fomenta y, en su caso, el arte contemporáneo era la propuesta general – su formación como profesionista (licenciada en artes y egresada de la UDEM) – la motivaban a seguir este lineamiento. Eso me puso a pensar a mí. Bourdieu habla del habitus en su Field of Cultural Production, refiriéndose a lo aprendido e inculcado tanto por la familia como por la academia y el establecimiento de nuestra cultura original. Quizá es mucho decir que el gusto de Maya por el arte contemporáneo sea producto del habitus, pero si existe un habitus profundamente arraigado en el sistema museístico y cultural. El sistema de legitimzación que conforma la base de las instituciones museísticas se alimenta de capital simbólico que implica no sólo capital en forma de arte sino capital en formaa de educación. Todo museo o espacio expositivo ofrece información cultural con el propósito de educar a quienes vayan a visitar sus espacios A pesar de que Maya me garantizó que sus espacios estaban abiertos a el público en general, estudios obvian el hecho de que son las clases educadas quienes atienden a los museos, o por lo menos las clases que buscan la educación que ofrecen los espacios legitimizados. De acuerdo con Boudrieu, “schooling serves to reinforce, rather than diminish social differences.” (pg.23)Por alguna razón, este proceso es incuestionado, formando el habitus colectivo de toda la sociedad. Continúa diciendo el autor, “the realization of culture becomes natural, to the extent that it is only acheived by negating itself as Duch, that is, as artificial and artificially aquires, so as to become second nature, a habitus…” (pg. 24) En cuanto a las preferencias de Maya, su buen gusto, por llamarlo así, Bourdieu diría: “taste classifies, and it classifies the classifier. Social subjects, classified by their classifications, distinguís themselves by the distinctions they make… arte and cultural consumption are predisponed, consciously and deliberately or not, to fulfill a social function of legitimating social differences.” (pg. 2)

Tras una serie de preguntas relacionadas con el tema, Maya me acompañó al espacio donde colgaban los cuadros y las esculturas contemporáneas, dirigiéndose a los guardias y dictándoles instrucciones. Me dejarían tomar fotos, recorrer las instalaciones y me responderían las preguntas que me parecieran pertinentes a mi investigación. Los guardias se mostraron dispuestos y amables. Fue con el supervisor con el que me dirigí, haciendo preguntas como ¿Cuánta gente viene? ¿Qué días son los más concurridos? ¿Tienen conocimientos sobre el cuidado de las obras? ¿Se permite a la gente acercarse y tocar las piezas? En cuanto a esta última pregunta, la respuesta fue NO. De acuerdo con el supervisor, la gente que viene a veces les falta la suficiente educación como para comportarse en espacios como aquél. Los guardias no solo están para mantener las piezas a salvo en las instalaciones, están para mantener a la gente comportada. Me pregunto si también estarán ahí para validar la importancia de las obras…

Hice muchas preguntas, investigué sobre todos los factores de legitimización, incluyendo a los curadores, los críticos, los artistas y los patrocinadores. Me tocó conocer a uno de los artistas que presentaba su proyecto mientras yo ambulaba por los pasillos del Centro de las Artes. Observé que había poca gente apreciando las obras de las exposiciones pero sí se respiraba un respeto sacro, silencioso tanto por parte del equipo de seguridad como de los visitantes. Tras una serie de fotos del lugar y la gente que trabaja en él (permiso especial otorgado por la coordinadora), resolví en regresar de nuevo con la esperanza de entrevistar a visitantes. Por lo pronto, identifiqué los campos en los que el Centro se mueve y el habitus que se impone gracias a los procesos de legitimación que conforman las instituciones culturales. Antes de concluír con esta etapa de mi investigación tengo que decir que el espacio siempre tiene sus puertas abiertas y el trato que recibí fue impecable. Maya me aseguró de que podría volver cuando quiciera, ya sea para aclarar dudas, continuar investigando o tomar fotos y conocer las exposiciónes.